La ciudad en las orillas del aire (fragmento final) • Periódico de Poesía (2024)

10 junio, 2024

de Gabriel Bernal Granados | Ensayos


Hace poco llegó a mis manos un libro, The Selected Poetry of Gabriel Zaid (Paul Dry Books, 2014), que reúne, en edición bilingüe, algunos poemas de Zaid. Acuso el recibo porque es raro que un poeta mexicano, riguroso hasta el extremo de la parquedad y con tan pocos visos de vanguardismo como Zaid, sea motivo de curiosidad entre los poetas y los traductores de la lengua del vecino país del norte. La historia de su desdén es casi tan larga como la historia de nuestra poesía. Son pocos los nombres —y las obras— que se han salvado de esta forma de confinamiento en el ámbito de nuestra propia lengua. Las razones son diversas y han tenido que ver, en todo caso, con estrategias de promoción y con capacidades persuasivas que rayan más en una falta de decoro que en el mérito estrictamente literario de una obra. Palabras más, palabras menos, la oportunidad, es decir, la publicación de este libro de Zaid, se presta para hablar de una forma de poesía mínima, concentrada en sí misma, que se rescata de los flujos de la proliferación y del exceso; poesía que se automargina para abonarse al recoveco, al intervalo de una claridad que no deja sombra de duda.

La claridad es el común denominador de la prosa y de la persona de Zaid, y esta misma claridad permea tanto los fines como los fundamentos de su poesía: encarar y exponer lo real tal como esto se presenta a los ojos de nuestro entendimiento. Sobre el trazado de esta línea de objetividad pura, desprovista de azar, resultan significativos los títulos de dos de los libros emblemáticos en la obra de Zaid, Campo nudista (1969) y Práctica mortal (1973). Es ahí donde el poeta desarrolla la amplitud de su retórica y deja en claro el cometido de su misión poética: expresar la verdad alojada en las fisuras que se abren entre un bloque de realidad y otro. No decir la realidad, sino poner al descubierto la voracidad y mansedumbre de su gloriosa epifanía.

Tal vez por eso Zaid ha puesto al servicio de su poesía una retórica de desnudamiento. Esto no solamente quiere decir que a lo largo de su obra, y de manera progresiva, ha ido escribiendo lo más con lo menos, sino que ha puesto al desnudo las carencias de una tradición lírica que había tenido como principal síntoma de su deterioro un exceso de solemnidad. Junto con Eduardo Lizalde y Gerardo Deniz, en su análisis de la realidad y en su examen de la tradición poética mexicana, Zaid introdujo el elemento de la ironía y de cierta coloquialidad en su lenguaje, que en su caso particular se tiñe, acaso como su principal característica, de un matiz reflexivo. A la hora de elaborar sus poemas, Zaid procede con el rigor de un teólogo tomista revolucionado en el arte de la poesía, quien primero presenta el objeto de sus especulaciones para luego transformarlo en algo distinto e inesperado. Esta es la operación de análisis sensible de la realidad que explica la forma y el fondo, por ejemplo, del famoso poema sobre los taxis (“Teofanías”); y es la misma secuencia operativa que explica el poema sobre el nacimiento de una Venus, que se transforma, en el momento de salir de las olas, en un auto (“Ipanema”). Se puede ir de un lado a otro, del objeto real al resultado inesperado o viceversa, pero la operación alquímica de la transmutación de las sustancias es la misma. El rigor, antes que en ingenio, deviene epifanía.

En ese sentido epifánico-religioso, el poema titulado “Pastoral”, que forma parte de esta “poesía escogida” para los lectores de lengua inglesa, funciona como un responso. Un responso en el que dos fuerzas aparentemente distintas se calibran, provocando la sensación de que el silencio vibra más allá del sentido aparente de las palabras que lo conforman.

Una tarde con árboles,
callada y encendida.
Las cosas su silencio
llevan como su esquila.
Tienen sombra: la aceptan.
Tienen nombre: lo olvidan.

En la traducción de Daniel Hoffman, el ilustre poeta y escritor norteamericano que traduce con marcado acierto éste y otros poemas de Zaid, el enigma de la segunda estrofa se vuelve transparente. Dice: “Things carry their silence/ like a little bell”. Las cosas llevan su silencio como un cencerro. Así, suavizando la voz y eliminando las contradicciones aparentes de sus dos miembros, el poema pierde su aire de ecuación y adquiere, en el inglés de Hoffman, la musicalidad de lo bucólico propia de esta escena. “They have a shadow, they accept it./ They have a name which they forget.” La integración del verso final, gracias a la supresión de los dos puntos y al agregado de una coma, acaba por disolver la contradicción entre las entelequias de lo vivido y lo mirado. Se vive con el cuerpo y se mira con el entendimiento. Como en una meditación budista, se comienza con una percepción de las cosas reales y las cosas terminan anulándose a sí mismas en el estanque de la memoria.

En otro poema de Zaid, “Sol sobre Míkonos”, “Un huracán de sol desmantela las casas” y la isla griega de Míkonos, “dando tumbos, pierde sus velas blancas”. El amarillo del sol y la blancura de una isla son las dos sensaciones predominantes en el inicio del poema. Se trata de un apunte de viaje, como los que escribió el poeta japonés Bashō en su viaje al norte profundo. Así pues, en seguida de la pintura del paisaje se produce la transformación de lo mirado, y el material de ese primer paisaje esquemático enseña el forro de su doble vista: la idea.

Ya nada se distingue: ciego silbar de luz.
El mundo, incandescente, se vela.

La claridad es cegadora, y en ese instante en que las cosas se oscurecen debido a una superabundancia de luz, el mundo revela la voluntad de su verdadero acuerdo con el hombre. “Un círculo de sol, sol de San Telmo/ coronando el naufragio, es todo lo que queda”. Las cosas del mundo, entrevistas de pronto como los pecios de un naufragio, y el aura solar de dos dioses paganos, Castor y Pólux, convertidos en los santos patronos de los marineros cristianos, es todo lo que queda: un signo de aquiesciencia, un puente hacia el otro lado, donde lo concreto se convierte en el caracter abstracto de su idea.

Zaid es un poeta de minucias. Sus descubrimientos caen sobre la superficie de la página con la contundencia de unas semillas o con la violencia encendida y efímera de una ráfa*ga. Tal es el valor de esta estrofa —el de una esquirla— en un poema baudeleriano sobre los aprioris de la muerte y el deseo (“Ráfa*gas”):

Giró la falda pesadísima
como una fronda que exprimiste,
como un árbol pesado de memoria
después de la lluvia.

Estos son versos cargados de nostalgia, pero sobre todo descubro en ellos un entendimiento de las corrientes profundas del idioma. A los poetas de la lengua española no les ha correspondido la misión de volver más puras las palabras de la tribu sino de hallar, en todo caso, el entronque de nuestra sensibilidad con el aparato complejo de una tradición que sólo es posible otear a la distancia. Volver presente un idioma que presumimos muerto y devolvernos un entendimiento frontal de nuestro propio léxico. Volver actuales las palabras de la tribu. Tal ha sido la misión de los poetas de la lengua española en el siglo anterior, desde los más radicales —un Vallejo— hasta los más conservadores —un Borges por ejemplo—. Volver actual un idioma es una operación similar a devolverle el tacto necesario al decir y al contemplar. Ver con las yemas de los dedos y decir con la sangre y con el cuerpo.

En un poema (“Ventana al mar”) sobre la melancolía que derrota a los amantes luego del fragor del sexo, Zaid, con el desenfado característico de su vena erótica, apostrofa a un personaje: “Los besos pueden ser interminables/ pero los coitos no, Susana”, para después abandonarse a contemplar, a través de una ventana, unas nubes que se alejan a lo eterno:

Lentamente, alejándose,
las nubes
[…]

Como única certidumbre nos queda esa sensación de vacuidad que viene después del org*smo; y la imagen sonora de un alejamiento.

* Fragmento final del libro La ciudad en las orillas del aire. Sobre la poesía de Gabriel Zaid (Ediciones Sin Nombre, Universidad Autónoma de Nuevo León y Cetys Universidad, 2024).

La ciudad en las orillas del aire (fragmento final) • Periódico de Poesía (1)

Gabriel Bernal Granados / Ciudad de México, 1973. Escritor. Ha publicado, entre otros libros: Anotaciones para una teoría del fracaso (2016), El sol en la acera de enfrente (2019), Cuaderno blanco sobre fondo negro (2019), Leonardo da Vinci. El regreso de los dioses paganos (2021), Interiores (2022), Historias (2022, Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas 2021) y La ciudad en las orillas del aire. Sobre la poesía de Gabriel Zaid (2024). A finales de 2023 la Universidad Autónoma de Nuevo León, en su colección El Oro de los Tigres, publicó su traducción comentada de La tierra baldía. Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

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